Hoy no puedo más, y aun así mi día no acabó.
Clase a las ocho y media donde... bueno, he aprendido, pero, claro está, el morbo es lo que prima.
Clase a las diez y media, parece ser que no nos queda claro una cosita, yo estoy matriculado en interpretación textual, que no musical. Aunque parece que es difícil de entender. Yo puedo intentar captar la mente de los contenidos de la asignatura. Aunque parezca obvio lo que hay que hacer, y ya que, de momento, hay que darla, si no es mucha molestia, me gustaría, aunque sea solo un poquito, me transmitieran algún que otro conocimiento. Puesto que a mí no me sirve el que si no me sale o no me suena bien ciertas palabras unidas por un ritmo musical, se las den a otro compañero y/o compañera. Y así, minuto tras minuto, clase tras clase, tenga la sensación cuando salgo un viernes a las tres del palacete de los aristocratuchos de los Fernández de Mesa, de que pierdo seis horas semanales de mi vida; entre otras tantas.
Clase a las doce de la mañana, ¡continúa el día! ¡yuhu! Dentro de lo que cabe, siempre patente el descontrol horario y organizativo, no ha estado del todo mal la clase. Puede estar hoy orgulloso, se ha ganado el pan.
Llega la hora de la comida, ¿me voy a mi casa a disfrutar de la compañía de mi familia y comer sano de la excelente comida de mi queridísima madre? ¡No! ¿Para qué? Pudiendo comerte un bocadillo de tortilla precalentada en ese microondas de última generación. ¿Eres tonto, Domingo? ¡No te pierdas esa delicatessen!
Pongámonos a ensayar, ¿no? Para eso no has ido a tu casa, para aprovechar el tiempo ¡Ah, no! Deben abandonar la ESAD Miguel Salcedo Hierro (tiene cojones por otro lado cambiarle el nombre a un centro superior para ponerle eso, lo cual nos acerca más tristemente a lo que se podía llamar "por debajo de instituto") porque no existe ningún responsable que se quede a vuestro cuidado, ¡oh, qué grandes somos! Pero ¡error!, sí había un adulto docente que permaneció en el centro mientras nosotros tuvimos la suerte de ensayar en otro espacio gracias a una compañera, si no, hubiéramos perdido el tiempo por falta de lugar de ensayo.
Volvemos al palacete, montamos un relato acrobático en el que dadas nuestras circunstancias... académicas, el ambiente de crispación es sutilmente curioso. Aunque no importa tanto, porque es de las pocas asignaturas donde las clases de este docente, realmente, merecen la pena. Y esto, lo digo de cabeza y de corazón.
Me voy a otro ensayo, ¿sabéis una cosa? Estoy en la Escuela Superior de Arte Dramático, especialidad interpretación textual, y es la primera vez en todo el día que he hecho eso para lo que realmente me matriculé, interpretar textualmente. Tanto al director, los que estuvieron, como a los que no pudieron asistir, gracias. Sois el teatro en sí.
Continúo ensayando, ahora toca, el maravilloso mundo de El lago de los cisnes. No digo que no me guste, pero me parecen excesivas exigencias.
Y ahora llego a mi casa y me pongo a escribir estas palabras. No he pretendido ofender a nadie. Sencillamente necesitaba desahogarme. Mi madre me ha dicho que tenga cuidado con lo que estoy escribiendo, pero yo soy un alma crítica. Si gusta bien y si no, así soy yo.
A pesar de todo lo acaecido en el día, hoy me he sentido lo unido que no me sentía a mis compañeros hacía mucho tiempo. Y a pesar de todo el correveidile de la famosísima Esadpedia, esta clase tiene esencia.
A ustedes les deseo una noche llena de dulces sueños, yo me descubro en una noche llena de rond de jambe, fondu, retiré, pas de bourrée... Porque si algo tengo claro, es que si me comprometo con algo, a sabiendas de que no es pragmático en mi vida... lucho por ello hasta conseguirlo.
Solo quiero que nos planteemos algo un tanto complejo, pero necesario, ¿ésta es la Escuela que queremos? ¿Por qué la mayoría de las compañeras y compañeros han pasado por la ya obligatoria crisis de segundo? ¿no será porque sobran asignaturas? ¿no será que el plan de estudios no tiene sentido? ¿no será porque el compromiso de alumnado y profesorado brilla por su ausencia?
Domingo Campos Migueles