domingo, 17 de octubre de 2010

La decisión de “El Trabado”

Ayer, hizo un año desde que se sellase mi estancia en la ciudad de la Alhambra. Un año desde que comenzara uno de los episodios más satisfactorios de mi vida. Un año en el cual tomara mi más importante decisión, de la que nunca me arrepentiré. Y la misma, en el idéntico momento, la volvería a realizar sin dudarlo ni un instante.

Hoy, ya día diecisiete de octubre, pero de un año posterior, dos mil diez, un capítulo de mi vida deja la puerta, aunque por fuera, entreabierta..

Quise, lloré, reí, sufrí, viví, me agobié, luché, me rendí, me levanté, suspendí, pero aprendí. Aprendí que la vida un día te lleva a un sitio, otro te envía donde nunca hubieses imaginado.

Granada fue, es y será especial. Durante este último año sentí como la vida te ofrece cosas hermosas. Supe lo que es desenvolverme por mí mismo, ser independiente y, créanme, ser responsable para muchas cosas. Salí del hogar familiar para adentrarme en algo desconocido, en una incertidumbre constante en la que no sabías qué ibas a aprender ese día, tanto a nivel académico, como de la vida misma, qué te iba a deparar cada nuevo amanecer, a quién conocerías, con quién hablarías, en resumidas cuentas, qué sería de nuevo en uno.

Nada hubiera sido igual sin la gente que construyó lo que para mí define la ciudad del Albayzín, lo que para mí significa, “nostalgia granadina”. Por ello, deseo dar mis agradecimientos a todas y cada una de las personas bondadosas que dejaron, por mínima que sea, una huella en mí, los nombre o no.

Gracias al Señor Farmacéutico, que aunque cordobés, yo lo siento, en gran parte, de allí, ya que me ayudó en aquellos primeros momentos a seguir adelante y a no regresar. Gracias al Señor Boquerón que en cuanto la ocasión se lo permitía, se acercaba felizmente a animarme. Gracias a los Señores Tinerfeño y Motrileño que tan ameno hacían el almuerzo. Gracias a las Tres Inseparables Señoritas por estar cada mañana dándome los buenos días. Gracias a la Linda Señorita de Cabello Rubio por ser tan simpática en cada momento. Gracias a la Señorita Goji, que aunque apenas sé nada de ella, me produjo una de las mejores carcajadas que uno recuerda, ¿te suena la infusión? Gracias al Señor de las Galletas Digestivas por haber compartido más de un buen momento a mi lado, y expresar, además, sentir el distanciamiento final. Gracias al Señor de la Habitación de al Lado por haber compartido conmigo, de manera perfecta, ocho residenciales meses. Gracias a la Señorita Abderitana por tener conmigo más de una interesante charla. Gracias a la Señorita Paisana Coleccionista de Carreras por enseñarme el significado de las palabras sensatez y madurez. Gracias al Señor Camarada por ayudarme a entrar en el mundo de la percusión, y sobre todo, por hacerme ver que en la vida hay que ser mucho más extrovertido. Gracias a Mi Niña Del Cuarto Sin Escaleras por enseñarme, en su persona, la importancia del protector solar, y expresarle, que por supuesto, también para mí, es una de las mejores personas que he conocido en esa, ya, añorada ciudad; que vale muchísimo y que estaré siempre encantado de aceptarle por correo todos los bollos de pan que se le antoje. Gracias al Señor Canarión, al cual considero un gran amigo, por haberme arropado de esa manera, tanto en la biblioteca, como en clase, como en cualquier lugar de Granada en el que estuviésemos. Y finalmente, gracias a ti, Dulce Canaria, por hacerme sentir, y ser tú, tan especial, y por haberme enseñado que en la vida hay que sonreír pase lo que pase; “Aguacate” eres la felicidad personificada.

¿Tú quieres ir? Esa es la cuestión que finalmente tuve que hacerme a mí mismo para mirar hacia adelante, ya que después de un vaivén de decisiones opuestas tuve que elegir, evidentemente, una. Pero teniendo claro que había de hacerme la pregunta sin retos, sin grado, sin licenciatura, sin necesidad de callar a nadie, sin qué piensen los demás, sin los sentimientos que tengo hacia el gran grupo humano que encontré en la nevada ciudad, únicamente teniendo en cuenta…los conocimientos, qué dejaría de aprender en un lugar y, por el contrario, qué adquiriría en el otro. Únicamente, la decisión, al fin, fue mía.

Por siempre y para siempre, Granada ya es parte de mi corazón..

Domingo Campos Migueles