domingo, 17 de agosto de 2008

SIEMPRE SERÁ LA PENÚLTIMA...

Muchas experiencias he vivido en estos 29 días anteriores, en especial los últimos 23. Estos han sido los mejores de un año lleno de altibajos, lleno de bajar y subir en mi noria. Son muchas las historias que han sucedido. He conocido gente de la cual espero nunca perder el contacto, nunca perder esta nueva y bonita amistad. Desde un gran parcero, una cuñada nueva, algún que otro capu y una lista bastante amplia de la cual no quiero olvidarme de ninguno de los cuales consiguió arrancarme una sonrisa. Claro que en realidad todos pusieron el granito de arena que hizo que estos días fueran diferentes; pero todos sabemos que encontré a una mágica amiga la cual espero, aunque sea de esta manera no deseada, no perder nunca.
Dije no pronunciarme hasta que algo verdaderamente importante sucediese, y sí, llegó. Me ha sucedido, a mí también, una de las etapas más bonitas de mi vida. Que la verdad sé que termina aun no queriendo. He hablado, he reído e incluso he llorado. Has conseguido que viva ilusionado con uno de mis tres únicos objetivos en mi vida, que más tarde o más temprano los cumpliré uno detrás de otro, todos sin exceptuar ninguno. He disfrutado con los días de lluvia, has conseguido que esa barrera sea la más importante, porque sé que simboliza la magia, la magia que se forma cuando se rompe. Porque simboliza algo en el estómago que nadie antes ha hecho posible a ninguna de ambas partes. Me encantaría poder seguir levantándome a por agua sin tener sed, levantarme a por pan sin tener hambre, levantarme por levantarme, solamente porque deseo volver a tocarme la oreja y mirar para ser correspondido de la misma forma. Y seguiré observando la luna llena, sepa que cuando la mire, te veré a ti. Espero siempre sea la penúltima, a sabiendas de que poco a poco todo llega a su fin. Pero la verdad deseo que ese fin termine en nuestro poco a poco. Y que paso a paso consiga tener la tripulación más linda que he conocido, si no es mañana, que sea lo más cercano posible antes de tener que esperar a dos mil dieciséis. En Melbourne, en Stafford o por supuesto en nuestra tierra, en Córdoba.
Sin embargo, me gustaría que al igual que en la foto, siguiese brotando algo. Que nuestro árbol creciera y creciera. Y que nadie pudiera derribarlo. Que si no es ahora cuando va a crecer, que el agua de la lluvia que lo riega venga para nunca jamás marcharse de nuevo. Aun no explicándome el por qué de la situación solo me queda decir que espero siempre puedas decir, soy feliz…

Domingo Campos Migueles