Dije no pronunciarme hasta que algo verdaderamente importante sucediese, y sí, llegó. Me ha sucedido, a mí también, una de las etapas más bonitas de mi vida. Que la verdad sé que termina aun no queriendo. He hablado, he reído e incluso he llorado. Has conseguido que viva ilusionado con uno de mis tres únicos objetivos en mi vida, que más tarde o más temprano los cumpliré uno detrás de otro, todos sin exceptuar ninguno. He disfrutado con los días de lluvia, has conseguido que esa barrera sea la más importante, porque sé que simboliza la magia, la magia que se forma cuando se rompe. Porque simboliza algo en el estómago que nadie antes ha hecho posible a ninguna de ambas partes. Me encantaría poder seguir levantándome a por agua sin tener sed, levantarme a por pan sin tener hambre, levantarme por levantarme, solamente porque deseo volver a tocarme la oreja y mirar para ser correspondido de la misma forma. Y seguiré observando la luna llena, sepa que cuando la mire, te veré a ti. Espero siempre sea la penúltima, a sabiendas de que poco a poco todo llega a su fin. Pero la verdad deseo que ese fin termine en nuestro poco a poco. Y que paso a paso consiga tener la tripulación más linda que he conocido, si no es mañana, que sea lo más cercano posible antes de tener que esperar a dos mil dieciséis. En Melbourne, en Stafford o por supuesto en nuestra tierra, en Córdoba.
Sin embargo, me gustaría que al igual que en la foto, siguiese brotando algo. Que nuestro árbol creciera y creciera. Y que nadie pudiera derribarlo. Que si no es ahora cuando va a crecer, que el agua de la lluvia que lo riega venga para nunca jamás marcharse de nuevo. Aun no explicándome el por qué de la situación solo me queda decir que espero siempre puedas decir, soy feliz…
Domingo Campos Migueles